Cuando estamos
manteniendo una conversación y se genera una pausa no esperada ni prevista a alguno de nuestros comentarios, ese silencio nos sorprende, aturde e inmediatamente actúa en
contra de nuestra frágil autoestima.
Es el preciso momento
en que nos damos cuenta de que “metimos la pata”
De acuerdo con un
artículo publicado por la revista TIME, en Diciembre del 2010, sobre una
pesquisa realizada en Holanda, el mantener una conversación fluida tiene un
poderoso efecto sobre la autoestima, y aun el más corto silencio es suficiente
para despertar miedos primarios, activar sentimientos de ansiedad, o de
incompatibilidad y exclusión.
En un estudio al respecto, los investigadores realizaron dos
experimentos en los cuales estudiaron las respuestas de los participantes a
incómodos silencios. En el primer grupo, ciento dos estudiantes universitarios
leyeron una historia con dos desenlaces. La primera versión describía a alguien
haciendo un comentario inapropiado: “Pienso que las personas obesas deberían
pagar por dos asientos en el colectivo”, esto fue seguido de un silencio
acusador. En la otra historia, la conversación continuó fluidamente luego del
comentario. A los estudiantes se les pidió imaginarse ellos mismos siendo la
persona que hacía el comentario. No fue sorprendente que ellos dijeran que se
hubieran sentido muy incómodos en el primer caso, cuando el silencio siguió al
comentario.
Históricamente, el rechazo provocado por un grupo humano a uno de sus
integrantes, podía significar la diferencia entre la vida y la muerte. Hoy día
puede ocasionar depresiones y pensamientos suicidas.
Una conversación fluida, parafraseando a Tom Jacobs en “Miller-McCune”, “es
asociada con emociones positivas e incrementa el sentido de pertenencia, eleva
la autoestima, asegura nuestro valor social y el consenso entre nuestros pares”
¿Será por eso que hablamos tanto y escuchamos tan poco?
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Roosevelt Jackson Altez
raltez@gmail.com
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